30 nov 2009

HISTORIA PRIMERA


Hace mucho, mucho tiempo (os hablo del siglo pasado), la vida era de otra manera. No existía esto del Interné, ni los iPod, ni los emepétreses, ni todas estas zarandajas que ahora nos vuelven la cabeza loca.
Antes, queridos niños, la televisión tenía ¡sólo dos canales!: la Uno y el UHF. Y en aquella época, no había guerra de cadenas. Ponían lo que ponían y, si te gustaba, lo veías, y si no, pues a otra cosa.
Yo era muy joven, y mi hermano y yo intentábamos siempre quedarnos por la noche a ver películas, poniéndonos delante de la tele para tapar los "rombos" que aparecían, un invento para avisar a nuestros padres de que la película era de una indecencia desconocida, si tenía dos rombos, indecencia moderada, si tenía un rombo, o apta para nuestros inocentes ojos, cuando no aparecía ninguno. He de avisaros que nunca nos funcionó la técnica.
Imaginad que, con un rombo, avisaban de que había un beso, aunque fuera de ésos en que juntan solamente los labios, sin lengua, sin sonido, sin jadeo de pasión.
A lo que iba. Pues en aquella época, como no había competencia, ponían unas películas estupendas en blanco y negro, aunque la tele ya era en color. Eran películas que a mí me dejaban ver (un rombo, en casi todos los casos, era algo que podía mi inocencia soportar), con la condición de que esperara a que se durmiera mi hermano, saliera de la habitación sin hacer ruido y no me pillara "in fraganti". Así pude ver decenas de películas. Me encantaban todas y tengo recuerdos imborrables...
Recuerdo aquellos ciclos de Greta Garbo, la Divina, que se retiró con 36 años para que nadie viera su decadencia. Imaginaros que, cuando estrenó su primera película sonora, la publicidad decía: ¡Garbo habla!. Y en su película "Ninotchka", en la que daba una gran carcajada, la frase publicitaria era: ¡Garbo ríe!. Como si fuera una Diosa que se digna a prestar atención a nosotros, los pobres mortales.

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